Templo budista de Huesca

Lo reconozco. Le estoy cogiendo gusto a Aragón, sobre todo al norte. Me gusta dejar que me sorprenda con cada escapada. El destino, a priori, era Castejón de Sos en el valle de Benasque y el plan de lo más sencillo: gastronomía, relax y alguna ruta para fusionarnos con la naturaleza. Las previsiones meteorológicas una vez se acercaba el fin de semana no eran para nada buenas. Pero ya lo dice el refranero español: Al mal tiempo buena cara.

Castejón de Sos. 

Chubasqueros en la mochila y las botas de monte. El sábado salimos de Zaragoza sin prisa y llegamos a la hora de comer a Castejón de Sos. Nos dieron mesa en el restaurante del hotel y pedimos los Ceps con yema de huevo. No sabíamos que eran pero sonaba bien. Diré que sabían mejor. Boletus con yema de huevo que estaban… de estrella Michelín. Probablemente sea el mejor plato de setas que he probado con diferencia.

Nos llamó la atención que era un pueblo que se movía mucho por las experiencias de vuelos en parapente.

Por la tarde la lluvia nos arruinó el paseo para bajar la comida, pero aún con todo nos fuimos a visitar Benasque. Coincidía con el fin de la temporada y había bastante movimiento por la calle.

 

Templo budista de Huesca en Panillo.
El domingo amaneció con lluvia así que decidimos visitar el centro budista de Huesca, en el pueblo de Panillo, me generaba curiosidad y no me imaginaba cómo podría ser algo tan exótico dentro de un entorno rural en la provincia oscense.

A medida que nos acercábamos nada indicaba que estuviésemos llegando, hasta que por fin un cartel nos daba la bienvenida. Reinaba el silencio interrumpido por la lluvia. Lo primero que vimos fue un arco que invitaba a entrar y sumergirte en un mundo diferente. Colores vivos que contrastaban con el día gris.

Este templo budista, Dag Shang KagyuMe, proporciona un entorno apropiado para la meditación y la paz espiritual. Además la niebla le daba un aire de misticismo peculiar que hizo del sitio un lugar inolvidable.